Cargando ahora
A Mataderos o morir

Domingo primero de septiembre de 2024. 22 horas. Alexis Steimbach, el desesperante Alexis Steimbach al que le había pesado una tonelada nuestra casaca, nos había hecho el gol con el que perdimos de local contra Tristán Suárez. Esa noche sentí que se había ido el último tren. Podíamos llegar al Reducido, sí, pero con el mismo bagaje choto que el año pasado. Sólo faltaba que nos crucemos de nuevo a un rival de turno con mejores jugadores en el escritorio que en la cancha para que liquide la agonía. Parecía escrito.

Algo pasó. Habrá sido Rondina que logró enderezar la nave, el 9 que nos confirmó a todos lo que ya pensábamos (que no se puede jugar sin un ídem) o quién sabe qué, pero acá estamos de nuevo. Subidísimos. Esperanzados. Oh, tranquilo tonto corazón.

Porque ahora soñamos con que este año sí. Que son todos una porquería y no es que Quilmes sea una excepción, pero somos una porquería con arquero, con dos, con cinco, con 10, con 9 y con técnico. Con cancha y gente de Primera. Con un aliento que no se corresponde con esta categoría de mierda. Se puede.

Una de las razones principales por la que la ilusión nos condena. Llegar es mejor que estar y Quilmes llega con una confianza superior a la de muchos que ya tenían su lugarcito asegurado a los mata-mata. La final de Aldosivi y San Martín de Tucumán es prueba fehaciente de esto. Aunque ahora juguemos cuartos sin ventaja deportiva, es evidente que los nuestros tienen la flechita para arriba y a Chicago lo inundaron las dudas de la recta final. Después, obvio, los pingos tendrán que verse en la cancha.

¿Hay equipo? Hay columna vertebral y, viendo el contexto, es un montón. Contra Defensores los zagueros sacaron todo, Ramírez volvió a ser ese que solucionaba todos los quilombos, Luna frotó la lámpara y Herrera mostró el oficio que tanto precisó el Cervecero en la fase regular, cuando no había hincha que no puteara por la falta de un killer en el plantel. Ganar con la autoridad con la que ganó Quilmes, borrando al Dragón del Centenario y no dejando dudas es un mensaje para adentro y para afuera. Bien sabemos que no es lo mismo para los rivales vernos pisar acelerador a nosotros que a otros clubcitos con tribunas de 2.000 personas que rara vez se llenan. Abran paso que vamos.

Quilmes tiene un entrenador de Primera División. Y FIN, diría el bobocero de la Nación.

De sobra. Aunque esta vez no nos alcance con empatar, aunque los resultados del finde no nos hayan hecho un guiño, aunque tengamos que pagar uno, dos o diez bonos. A Mataderos o morir. Que nos queda chiquitísimo el Nacional.