No estoy conflictuado sino pensativo. No estoy enojado, más bien dolorido. Creo que tampoco es frustración, o no como otras veces. Esta vez me tocó por otro lado. Dándole vueltas al porqué, pensando en el penal de Parisi, recordando la asunción de Cristian Díaz y, también, enérgico, militante y contento en las elecciones del 2016. De ahí va esta editorial.
Se terminó el año para Quilmes pero no para el calendario, que nos sobrará poco más de un mes. Algún despistado creerá que está bien, que terminó el torneo, pero nosotros sabemos que no, que fracasamos. Y si. Fracasamos otra vez. El discurso de la pelota que pega en el palo y entra queda lejos en un momento como este, donde hay que profundizar -según mi opinión- y tratar de sobrellevarlo en un plano más que futbolístico porque todo se trata de tomar decisiones.
Hará unos quince años atrás me topé con una película que me acompaño posteriormente. Nada snob, sin pecar de cinéfilo ni comparando técnica. Efecto Mariposa, un thriller romántico envuelto en drama, con una trama específica: toda acción tiene una consecuencia. Creo que mi reflexión general parte de ahí. Desde 2016 en adelante estoy convencido de que Quilmes es parecido a lo que todos queríamos en ese momento, ¿no? Habiendo pasado casi 10 años de aquella elección podemos encontrar puntos altos en esta gestión que combina colores y agrupaciones pero que extirpó con el arrollador y catastrófico final azulyblanco. Socios nuevos, sanidad económica (post desastre), empatía -a veces confusa y/o obsecuente-, desarrollo en varios aspectos y cierta estabilidad emocional, en cuanto a la rosca y las internas. Pero hay cosas negativas para resolver.
El estancamiento en la B Nacional es imperdonable. Muchos dirigentes actuales cantaban eufóricos «culpa de los dirigentes, igual yo te vengo a ver» y hoy sigue siendo canon. ¿Por qué? Porque el sueño siempre fue el mismo independientemente de la política de turno. Las formas, bases y condiciones cambian, pero el anhelo es el mismo: Quilmes es de Primera División. No solo para mí, sino para la historia del deporte más popular del país, para la tabla histórica, para los que supieron coronarse y para las épicas que nos han constituido como hinchas. Y la palabra hincha siempre me rompió un poco las pelotas. Porque yo no hincho, yo quiero. La identificación que siento -y sentimos- con estos colores no es de fin de semana a fin de semana; es una forma de vivir, nos cruza socio-culturalmente. Por eso, en este juego de amar y queriendo lo mejor para los nuestros, quiero llegar al climax y me pregunto ¿Cuánto vale hacer el amor? Porque juro que pagaría el costo.
Por todas las cosas que pasaron -y permitiéndome el desorden de ideas conjunto a la falta de desarrollo de algunos temas- me pregunto: ¿Cuántas más nos quedan por pasar? Si los Vengadores de Alfaro fueron héroes para los tipos de 40 que aman esto, ¿Quiénes van a ser mis Vengadores? ¿Cuánto falta? No sé la respuesta, solo se que acá estaré. En el medio quedan análisis, decisiones y espera, porque la vida es tan puta que nos da tiempo pero también ansiedad.