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De frente

La notoriedad es una mierda, todo ha virado a una inmediatez que incomoda. Me fui de Olé en abril de 2006 (en realidad decidieron que no debía seguir), no recuerdo cuál fue el último De Frente, tampoco el primero que escribí. Abril de 2004, claro. Dos años a pleno Quilmes. La notoriedad. Pasé a ser reconocido, a ser insultado también. Pero paradójicamente a las canchas asistía con normalidad. Hoy lo pienso y creo que sería más complejo porque las redes ya hubiesen desnudado hasta el grupo de sangre que tengo. Y aquellas barbaridades proferidas a los rivales de turno, de las que me arrepiento en su mayoría, eran nafta en la hoguera. Pero el lado cursi de la notoriedad son estas líneas 20 años después. De patria chica. Pero fue un rescate y una vida. La gente me incorporó como hincha y periodista rápidamente. Y el contexto hace al relato porque volvía a ser la llegada de Quilmes a los medios masivos, regado por un Gustavo Alfaro que comenzaba a enderezar una carrera meteórica. Se enojó Lechuga cuando primiciamos que se iba a San Lorenzo. “Alfarolera tropezó y en Boedo se cayó…”. Ya se había enojado con los medios de Quilmes cuando lo vieron merodear una estación de servicio con dirigentes de Rosario Central. Eran tiempos analógicos. Orfebrería de la vieja FM SUR para desnudar el minuto a minuto de esa situación. Lo vintage de coleccionar los diarios, dejando dos tapas en Olé que aún conserva mi madre en algún lugar de objetos olvidados: una con un niño de nombre Lionel y apellido Messi, en el predio de AFA, previo a un partido de eliminatorias; iba de titular por primera vez. Y otra con Gonzalo Choy González en la antesala de un match ante Gimnasia. El día de Lucas Lobos, Sargento Giménez, el famoso línea 1, etc… Eran tiempos en que los ídolos se construían, se entronizaban con muchos partidos, con torneos, no este material descartable, insoportable. Que vuelvan los lentos.

Después llegó la radio con los lugartenientes Yaman, Figueroa, Doallo, los aportes del Pato Minig, el más completo de los nuestros. Y ya ahí fue todo un caos en el que te confundís. Casi en simultaneo, comencé en Deportes en FM y a dirigir de manera amateur (sin ánimos de profesionalizar nada). Ese tiempo me dio compromiso, me enseñó aspectos de la profesión y la vida que me irían marcando, pero también desgastando. Fue una guerra radial, por momentos dolorosa, y adrenalínica. No recuerdo haber cenado tranquilo en ningún mercado de pases. La primicia era todo más allá del advenimiento de las redes sociales. Todo se construía, se chequeaba (con errores, obvio). Esa escuela ya no existe.

«Eran tiempos en que los ídolos se construían, se entronizaban con muchos partidos, con torneos…»

Y te la crees cuando un dirigente te dice “déjate de romper las pelotas con tantos jugadores en tuiter y danos una mano para armar el plantel”. Hoy le llaman scouting, pero hace 10 años era indagar lugares inhóspitos. Después apareció Pablo Quattrocchi y me hizo creer que verdaderamente podía cambiar mi carrera. Y de a poco abandoné el periodismo y también a Quilmes. Siempre reconocí a ese dirigente que vio algo distinto. Las percepciones.

Son las cinco de la tarde, el COVID es una realidad cotidiana que pude sortear, incluido ese 21 de diciembre caluroso. Encaro por 12 de octubre y la marea se arma en cada esquina. Comienzan a aparecer las fotos en los teléfonos. Gente desconocida que te reconoce como parte de una logia identitaria. La caravana a Racing es estúpidamente hermosa. Yo voy en dirección contraria, a una reunión de trabajo, armada estratégicamente para no ir a la cancha. Seguir el partido por televisión, a distancia de los míos, con compañeros de laburo sin poder entender. Todo lo que aconteció lo sabemos. Cerré la noche con un llamado a mi hijo, llorando ambos, con un solo pedido de “perdón, te amo”.

Reniego de estos tiempos, estoy más viejo. Gracias a Carlitos Doallo fuimos precursores zonales de tuiter en 2010, una herramienta excelente de laburo. Nos conectaba con lugares a los que de otra manera no hubiésemos podido acceder. Una cuenta de casi 5000 seguidores, que cerré en 2016. La estúpida notoriedad. Porque reniego de aquel tuitero es que me opongo a esta inmediatez, a estos ídolos descartables, al “te amo”, al “hermano”, al “basadísimo” y todos esos conceptos vacíos de contenido. Ni hablar al no se puede jugar sin 9 o con un 5 que raspe. Idioteces carentes de comprobación empírica. Sobran los ejemplos.

Nota al pie, quien suscribe solía usar mucho el “desnudo”.

Toda esta oda al ego es la génesis de mi vuelta con estos stremers o como mierda se escriba. No sé cómo funciona, pero evidentemente hay algo fuerte que se viene cultivando ahí. Y me someto al sistema para entender de qué va la cosa. Y la navidad Peposa del 22, los vivos de Marini, la pluma de Diaz. Prefiero lo analógico. Que vuelvan los lentos… Porque tengo 45 y todavía me emociona la foto del Ñato Frediani llorando. O porque viví de cerca todo lo que le costó a Miguel Caneo transformarse en ídolo. Justo Miguel Eduardo, el mejor de los últimos 20 años dentro de una cancha. Pero también amo al Máquina, porque además de conocerlo y defenderlo tanto dentro de esa cancha en la que hoy lo tiene a pura foto en los paravalanchas, se saca fotos con pibes a los que sus padres le contaron lo que ese Negrito (despectivamente lo llamaban así) hacía con la de Quilmes. Potrero puro, Adrián. No he encontrado forma de escribir sobre Giampietri porque era ir a la cancha a verlo a él. Miren que muchos se pusieron la 10, que pesa horrores, pero me animo a decir que será muy difícil igualar a Caneo. La dicotomía moderna es estúpida. Miguel fue literalmente un monstruo no solo por lo que hizo sino porque después de él nadie pudo hacerlo. Eso habla por sí solo.

«No he encontrado forma de escribir sobre Giampietri porque era ir a la cancha a verlo a él»

Y Quilmes es esto, es un gordo pelado enojado con la vida pero que no puede soltar esta toxicidad hermosa. Dolido por la desidia, el abandono, la injusticia pero que acá está, escribiendo en su GPS “calle ilusión, Quilmes Oeste”. Donde te encontrás en un supermercado, en el sector dentífricos, con un dirigente del club y te olvidas que se te hacía tarde, que tenías que ir a buscar a los chicos al colegio. Siempre Quilmes. Cada movimiento social que se establezca por la avenida Vicente López es un bálsamo de esta gente que se mueva al ritmo un corazón con venas cada vez más finas y averiadas pero que siguen bombeando sangre. Azul y blanca. Lo analógico no muere como tampoco mueren las pasiones. Y siempre se habla de la frase de El secreto de sus ojos entre Platón, Benjamín Esposito y Pablo Sandoval. Y todos vamos detrás de esa frase que nos escenifica: “Benjamín, hay algo que uno no puede cambiar, uno no puede cambiar de pasión”. Pero hay otra que me pega en los tobillos y me hace lagrimear: Esposito se encuentra en el final de la película con Pablo Rago, en el rol de Ricardo Moráles, marido de Liliana Coloto, asesinada en el inicio del film.


¿Cómo hizo para aprender a vivir sin ella?

– Pasaron 25 años, Esposito.

Yo estaba seguro que usted no iba a poder

– Pasaron 25 años, Esposito

Mas con el tipo suelto por ahí, ¿Cómo hizo para empezar todo de nuevo?

– PASARON 25 AÑOS. OLVIDESE.

Si no fuera por mí, usted no hubiera llegado hasta acá. Me debe una.

– Yo no sé qué quiere que le diga, no sé de qué me está hablando.

Me va a decir que se quedó lo más pancho, con el tipo vivito y coleando por ahí.

– Sí. No podía hacer nada.

Ah, ¿no?

– No.

AH, ¿NO?

– NO.

Se pasó un año buscando a un tipo que solo conocía por fotos, lo largan y usted no hace nada.

– Sí, me pasé un año yendo a estaciones de trenes, lo agarran y lo sueltan, qué quiere que haga.

Y ya está, se terminó, se pasa el resto de su vida poniendo sellitos.

– ¿Mire quién habla?

Usted mejor que yo.

– Y a usted que le importa, si es mi vida, no la suya.

No Morales, no. Su amor por esa mujer nunca más volví a ver, en nadie. EN NADIE. NUNCA.


Las miradas no cambian, los perfiles, los aromas que circundan a pesar del dolor. Morales quedó suspendido en el tiempo como a todos nos pasa con Quilmes. No me interesa como scanean otros hinchas pero entiendo que nosotros somos capaces de soportar infinidad de veces esas sensaciones de quedar sostenidos en el tiempo, con un dolor a cuestas que nos traspasa. Pero esa perpetuidad en nuestra mirada, ese amor no se lo vamos a ver nunca a nadie. Porque cuanto más doloroso sea el pasado inmediato o no, mas cultivaremos “ese amor no se lo vi a nadie nunca”. Porque no hubo un hincha de Quilmes que no haya visualizado el video de Dieguito Ameri sin llorar. Sin pasarlo a todo amigo futbolero que se precie de tal. Zurdo analógico.

Y la gente no entiende por qué nosotros defendemos nuestra cerveza, nuestro club, nuestro río, nuestro alfajor. No lo entienden porque no lo tienen. Porque no lo van a tener nunca. Porque se llama identidad. Y porque sabemos que, aunque nos defraude lo que viene, pasarán los meses para cicatrizar y ahí estaremos viéndonos reflejados como Esposito con Morales en cada hincha de Quilmes perpetuando un amor incondicional.

En esta cuenta regresiva que comienza, que nos acomoda el corazón para sufrir, nos merecemos ser de Primera pero más que eso nos meceremos una revolución. El día después de mañana, que queda marcado como el inicio de algo distinto, algo mágico. Y creo en lo analógico por eso creo en las revoluciones, en lo artesanal, en el amor genuino de cada hincha que desea salir de este desasosiego hediondo en el que nos han puesto sin merecerlo. Una vez dijo el Turco Yaman “No hay que pedirle más nada al hincha, hay que darle”, de fondo recuerdan a esa horda de locos en la cancha de Racing con el equipo re contra cagado a baile por ese Racing de semillero. Vengo del barrio Cervecero… Y mientras iba escribiendo esto que puede ser tedioso de leer porque hoy son reel, shots, cosas de no más de 20 segundos, leo lo del bono opcional como siempre pasa porque los lentos no envejecen. Y los clubes nos necesitan, seamos analógicos o digitales. Deseo poder salir del recuerdo de Madryn como la gesta que lleva 12 años. Este viejo que se ha quedado suspendido en el tiempo necesita cambiar el poster de su pieza.